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NUEVAS REALIDADES

NUEVAS REALIDADES

Capítulo II
Nuevas realidades.
Un perfil del poliédrico ciberespacio

Internet, red de redes en la superautopista informativa

Merced a las redes de información electrónica podemos enterarnos, educarnos, disiparnos, arruinarnos incluso si no cuidamos nuestras tarjetas de crédito. La más amplia de tales redes, como es bien sabido, es Internet, que conecta a millares de centros universitarios (y, cada vez más, también comerciales, gubernamentales y de la más variada índole) en todo el mundo pero a la que tienen acceso, en un ritmo que aumenta geométricamente, varias decenas de millones de usuarios. Internet nació a mediados de la década de los setenta, como resultado del interés del Departamento de Defensa de Estados Unidos para interconectar varias redes por medio de satélite y radio. Se buscaba mantener una red de información, sobre todo con fines de investigación militar pero además pensando en la eventualidad de una interrupción súbita de las comunicaciones, por ejemplo, en caso de una crisis bélica. La red creció y pronto fue dominada por la información que fluía de y hacia las universidades.2 El primer paso había sido, en 1969, la creación de ARPANET por parte de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados del Departamento de la Defensa (Advanced Research Proyects Agency). La red, con el propósito de facilitar el trabajo de investigadores universitarios que estuvieran al servicio del Departamento de Defensa, conectaba a las computadoras de cuatro instituciones académicas: UCLA, el Instituto de Investigaciones de la Universidad de Stanford, la Universidad de Utah y la Universidad de California en Santa Barbara.3 La red creció, hasta que en 1983 fue denominada, aún con funciones militares, MILNET. Entonces, "sucedió algo extraño: más que una vía para enviar archivos técnicos o documentos científicos, la red se convirtió en un medio de comunicación. En sus márgenes... comenzó a desparramarse una nueva cultura". Pronto, dice una crónica de ese desarrollo, la red estuvo más dominada por "un espíritu como de Woodstock, incorporando el respeto al bien común con los derechos individuales de expresión".4 Así fue como se desarrolló no sólo una red sino, en sentido estricto, una enorme colección de ellas, todas interconectadas en lo que ha sido llamado como el sistema Internet.

Hoy en día, Internet no depende de una sola institución y su funcionamiento descansa del esfuerzo conjunto de centenares de sistemas de información que concurren en esta que, así, puede ser llamada "red de redes". Su financiamiento ha dependido sobre todo (aunque cada vez menos) de fondos públicos en Estados Unidos, si bien ya no puede decirse que sea una red exclusivamente de ese país. Al contrario, si algo ha distinguido a la red de redes en su desarrollo entre los años ochenta y noventa es su creciente diversificación lo mismo temática, que geográfica. De hecho, Internet puede ser considerada como omnitemática, en tanto que en ella caben todos los asuntos, todos los problemas, de la misma forma que es posible denominarla como a-geográfica en vista de su capacidad para rebasar fronteras y, de hecho, construir su propia topografía. El directorio de sitios destacados en la Internet, que de ninguna manera es exhaustivo, denominado The Internet Yellow Pages, tiene 800 páginas en su edición 1995. Los editores presumen de haber impreso más de 700 mil ejemplares.5

Un problema para describir a la red de redes, como también podemos llamarla, es la heterodoxia de su funcionamiento. No hay nada parecido a ella: Internet no tiene un centro que la controle ni depende de un gobierno o una institución ni cuenta con un solo eje. Sólo de manera metafórica, pero forzada, se la puede comparar con una telaraña, en vista de que no hay un punto de convergencia de sus millares de hilos invisibles. Más bien, quizá, se la podría considerar como una especie de enorme y creciente océano, en el donde confluyen numerosos riachuelos pero con la diferencia de que quien incursiona en el mar que es Internet puede quedarse con un chorrito de la información que hay allí, o empaparse, incluso hasta ahogarse, en dosis inconmensurables de datos de toda índole.

Otro problema para describir a Internet es la velocidad con que crece. Cuando se tiene un dato, comienza a ser obsoleto. La des-centralidad con que funciona, junto con la espontaneidad con que es posible que proliferen las conexiones a la red de redes, hacen de Internet, un espacio denso, concurrido y heterogéneo, a la vez que maleable y en constente crecimiento. De esta manera, podemos decir que para fines de 1994, Internet tenía al menos 12 mil redes de computadora, interconectadas en todo el mundo, aunque en esas fechas había quienes estimaban que eran 20 mil. A esas redes podían tener acceso unos 31 millones de personas, en agosto de 1994. Se estimaba que esa cantidad crecía a un ritmo de 15 por ciento ¡cada mes!6

Las tasas y los datos sobre la expansión del ciberespacio, así como del número de usuarios, suelen ser discutibles e incompletas. El crecimiento es tan rápido que no siempre los estudiosos de estos asuntos tienen oportunidad de registrar nuevas redes y sitios en la Internet. De cualquier manera, a comienzos de 1996 se calculaba que ya había más de 50 mil redes entrecruzadas en la Internet, más de la mitad de ellas de Estados Unidos.7 Una red es un sistema autónomo de computadoras interconectadas entre sí, para la transferencia de datos. La Internet, vale la pena recordarlo, es una red de redes.

La fascinación que la Red --con mayúscula-- suscita, llega a ser irresistible. Se han ponderado sus bondades para la enseñanza, los negocios y el entretenimiento, pero sobre todo se ha vuelto signo de contemporaneidad la membresía a Internet, o a alguna de sus redes similares o subsidiarias. "Usted querrá estar allí dentro, porque es la cosa más cercana que tenemos a una sociedad completamente cableada por dentro", se ha dicho.8

¿Qué es Internet? En este libro no pretendemos detenernos en la explicación de cómo funciona, o qué perspectivas técnicas tiene la red de redes, pero sí consideramos útil reconocer la dificultad que su complejidad, junto con sus singularidades en términos de comunicación y de cultura, implican para precisar qué es y qué no es. Ni siquiera los expertos aciertan, o coinciden, en una sola definición:

"Es todo y es nada. La palabra Internet es como decir 'sistema telefónico'. Veamos. Un aparato de teléfono no sirve absolutamente para nada, si no está conectado a la red pública, es decir, al sistema telefónico internacional. En forma semejante, la palabra Internet es como indicar 'el conjunto de computadoras que se encuentran conectadas alrededor del mundo' y sólo le servirá si se puede enlazar desde otra computadora... Es un concepto, más que un producto o servicio."9

Internet, para decirlo de manera de todos modos críptica, es la infraestructura en la cual se asienta, se reproduce y extiende, el ciberespacio, es decir, el espacio (o la colección de espacios) creados por la comunicación entre computadoras. Ese ciberespacio, en otras palabras, "es un término acuñado por el escritor William Gibson en su novela de ciencia ficción Neuromancer, a partir del cual se designa el espacio conceptual en donde palabras, relaciones humanas, datos, prosperidad y poder, son manifestadas por la gente empleando tecnología de comunicaciones a través de computadoras".10 Allí se relatan los viajes cibernéticos de una suerte de cowboy postmoderno.

Gibson escribió su ahora célebre novela en 1983, en Vancouver.11 Además, es autor de un relato breve llamado Cyberpunk, a partir del cual se filmó la película Johnny Mnemonic. De ese autor se ha dicho que es "uno de los primeros escritores que imaginó un mundo de redes mundiales de computadoras, piratas informáticos, virus, programas de ordenador copiados ilegalmente y dinero electrónico".12 Es decir, el panorama del que es preciso ocuparse cuando hablamos, o escribimos, acerca de Internet.

Ese concepto está significando una posible revolución en las formas de hacer cultura y en las costumbres para la educación y la información en el mundo. Es una transformación quizá menos profunda, y menos rápida, de lo que a menudo desde el llamado primer mundo se piensa. Pero, indudablemente, se trata de una serie de cambios con una importancia mayor a la que habitualmente se le confiere en los países en desarrollo, que todavía suelen llegar tarde al aprovechamiento de los nuevos recursos tecnológicos.

Sobre todo, la preocupación por el pobre y habitualmente desenterado uso que hay en los países latinoamericanos de las posibilidades de Internet, aumenta debido a dos agravantes, o ventajas, según se les vea. Una de ellas, es la aparentemente irreversible tendencia a la privatización del ciberespacio. La otra es la diversificación de los instrumentos para navegar en las redes, que constantemente aumentan no sólo la cantidad de información que se encuentra en ellas sino también las modalidades en que esa información se presenta.

Vamos por partes. La ruta privatizadora se desarrolla, por un lado, a la par que las corrientes que en todo el mundo pugnan por una desestatización en todos los órdenes (en el capítulo cuarto de esta Libro, abundamos sobre dicho tema) y en la medida en que crecen las áreas comerciales, a cargo de empresas privadas, en el espacio cibernético. Internet, como hemos dicho, surgió de un proyecto del gobierno estadounidense y luego las universidades se apropiaron de ella. Su financiamiento, en toda esa fase que hay entre, aproximadamente, 1985 y 1995, es casi completamente público; a veces gracias a subsidios directos y en otras, con apoyos indirectos, a través de instituciones académicas. Pero al mismo tiempo se han extendido áreas creadas, y administradas, por empresas comerciales.

Como partes singulares de Internet --e incluso en algunos casos como vías para entrar a esa Red de Redes--, existen redes privadas, de acceso por suscripción, como Compuserve, Delphi, America on Line, Spin y Prodigy, entre otras. Es decir, un usuario puede entrar a Internet a través de una institución pública o académica, o a través de un servicio comercial que le cobrará una cuota de acuerdo con el tiempo de conexión que mantenga y la índole de la información que requiera. Pero además, conforme los espacios en Internet se han diversificado, cada vez hay más áreas destinadas ya no sólo a intercambiar información y experiencias científicas o gubernamentales, sino a proporcionar entretenimiento, facilitar negocios o hacer compras en los órdenes más diversos.

Todo ello ha precipitado, en la práctica, la privatización de las redes. Especialmente, en Estados Unidos el gobierno reconoce que sirvió para impulsar el despliegue de las redes, pero ha emprendido una paulatina y definitiva retirada. Se trata de un proceso sin retorno: "En 1990 se decidió eliminar la obligación de contar con apoyo gubernamental para poder conectarse a Internet, dando comienzo así a un periodo de extraordinario crecimiento de la red, gracias al inicio de las actividades comerciales a través de ésta. De 159 mil computadoras que en 1990 estaban conectadas a Internet, ascendieron a un total de 3 millones 864 mil hacia finales de 1994".13

Para fines de 1994, como mencionamos antes, se calculaba que había al menos 30 millones de usuarios conectados a Internet. Se ha estimado que serán 550 millones para el año 2 000. Estos datos, como hemos mencionado, son cambiantes y difíciles de evaluar porque la Internet no tiene un centro organizador ni cuantificador. En todo caso, hay un desarrollo permanente de nuevos espacios y usuarios. Además del crecimiento en intercambio de opiniones transcontinentales y trasatlánticas, de la expansión en las oportunidades de divulgación, discusión y capacitación, así como de simple comunicación en todos los órdenes, esa expansión significa más negocios y ventas: dinero contante y sonante.

Los aproximadamente 30 millones de usuarios que se consideraba existían al terminar 1994 representaron un gasto de, se calcula, unos 150 millones de dólares. Ese sería el costo que se pagó por derechos de conexión, relativamente baratos porque en su gran mayoría fueron a servicios y a través de redes no mercantiles. Sin embargo, el mercado comercial va creciendo en la medida en que aumentan los usuarios de los servicios privados y al tiempo que, además, las redes hasta ahora fundamentalmente públicas comienzan a privatizarse.

De esa manera, se ha dicho que los posibles 550 millones de usuarios en el 2000, que está literalmente a la vuelta del calendario, quizá signifiquen erogaciones --es decir, negocios para quienes cobren gastos por conexión y servicios en red-- por unos 2 mil 500 millones de dólares.14 Eso, por lo que toca al gasto en conexión. Además, se prevé que el mercado en sistemas para estar en Internet (software y equipos de comunicación) ascienda, de 150 millones de dólares en 1994, a mil 600 en el 2000. Y el costo de suscripciones y cuotas a los servicios privados aumentaría de 60 a 750 millones de dólares en el mismo lapso.15

Sin embargo, esta evaluación tiene que ser tomada como provisional. La cantidad de ciudadanos conectados a las redes tiende a crecer quizá de manera más lenta que las previsiones de los expertos en la Internet y, por otro lado, la imaginación de los promotores de los servicios comerciales va a la par que la capacidad de dilapidación de los usuarios de tales conexiones.

Otra manera de medir el crecimiento de la Internet es el aumento de los hosts, o anfitriones, que son las computadoras que se encuentran permanente y directamente contectadas a la Red, como una parte de Internet y a través de un domicilio específico. En esa definición no se incluye a las computadoras que son parte de redes periféricas, como los servicios comerciales en línea. A mediados de 1995 se estimaba que había 5 millones de hosts enlazados con Internet. Para el otoño de ese año éstos ya eran 6.6 millones, de acuerdo con una investigación propagada por la Internet Society. Se apreciaba "una fuerte tasa de crecimiento exponencial, pero con un pequeño decremento" respecto de las mediciones anteriores. Tomando en cuenta ese aumento, así como la experiencia de años previos, se estimaba que para el final de la década podría haber 101 millones de computadoras funcionando como anfitriones de y en la red de redes.16

De la misma manera que la Red crece, también las referencias a ella en los medios de comunicación aumentan de manera vertiginosa. Ya es frecuente que se hable de la Internet en todos los círculos sociales, aunque no siempre se sepa bien a bien de qué se trata. Cada vez son más los artículos en la prensa, e incluso los espacios fijos dedicados a la cibercomunicación. En junio, julio y agosto de 1994, los principales diarios de Estados Unidos publicaron 173 relatos mencionando a Internet, en comparación con 22 del año anterior. Eso indicaba la base de datos en línea Nexis, que también forma parte del ciberespacio.17

Hasta comienzos de los años noventa, el espacio más concurrido en la Internet eran los Tableros de Noticias, o Newsgroups, en el área denominada Usenet. Esos Tableros eran el espacio más característico de Internet: centenares o millares de usuarios, coincidían en torno a un tema específico que podía ser la política exterior estadounidense, o la afición por las pipas y los puros, o alguna preferencia sexual, política o religiosa muy concreta.

La afinidad temática era el eje para que sus visitantes intercambiaran información y entablasen discusiones (a veces notoriamente vivaces y hasta enconadas) sobre el asunto que los congregaba. El texto, habitualmente breve, que un usuario ponía en el tablero era contestado por otros más y, así, se formaba una cadena casi siempre de una docena de mensajes pero, en ocasiones, de varios millares. Ese es un Boletín de Avisos, o de Noticias como también se les llama. Los lugares más concurridos, de acuerdo con un trabajo reciente, han sido de noticias para nuevos usuarios, mercadeo, ofertas de trabajo, sexo y humor.

Extracto de "La nueva alfombra mágica" autor: Raúl Trejo Delarbre

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